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Verdad y mentira en sentido extramoral*



No se cuenta todo a nadie. No hay obligación de compartir con las amistades todo lo que se hace. No hay obligación de compartir con nadie todo. Por más que esto sea una realidad empírica, hacemos de cuenta que con algunos vínculos todo se comparte. Decepción garantizada ante el descubrimiento de la intimidad.


¿Es la mentira el intento de proteger? La mentira subestima e infantiliza. El disfraz hace tragar a la otra persona lo que potencialmente le sería indigerible y desencadenaría decisiones en un sentido contrario al que se desea.


¿La mentira puede ser evitada si no hay un pacto de contárselo todo? ¿Es el ocultamiento una mentira? ¿Se puede aceptar el ocultamiento de antemano? Se puede aprobar la duda de ciertos aspectos vitales de la otra persona. Aunque no se apruebe, es inevitable; mejor es, por tanto, aprobar lo inevitable, tal como quien espera tomando mate a la persona que tiene el hábito de ser impuntual, y la recibe con un abrazo y una sonrisa. Diríamos “la quiere igual, así como es”, pero en realidad la quiere más.


¿Queda rastro de la voz en un texto escrito con la voz? ¿Son los malos entendidos de los mensajes de texto producto de que el tono está ausente? ¿Asignamos un tono a las palabras completamente aleatorio, o esas mismas palabras guardan una memoria del tono con que fueron elaboradas antes de ser escritas? Seguramente hay algo en el orden de los términos, en los errores de tipeo, que habilita la inferencia y que permite rastrear una intención originaria. Y a veces es simplemente un error. Las deducciones lógicas también pueden ser equivocadas, dar lugar a malos entendidos. No siempre llovió donde hay agua.


Me gustaría no pactar. No preguntar. No responder. No dar por sentado. Me gustaría “no”. Y esa negación aparente va dando paso a una afirmación mucho más potente.


*Sobre verdad y mentira en sentido extramoral es el título de un libro de Nietzsche.


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