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Qué bueno que no es al revés



Gorgona de terracota en el templo de Atenea en Siracusa



No quiero esas, las ideas que primero llegan; quiero las que se demoran en un recoveco del cuerpo para surgir por último (con suerte) arrancadas de lo profundo gracias a sucesivas decepciones, otras tantas veces por motivos ignotos.


Escribo, luego pienso.


Tanto como las cosas que hago me definen las cosas que no hago.


No existe un final feliz, porque es totalmente arbitrario dónde se pone el punto final.


Practicar las técnicas de la alegría no está exento de tristeza.


En aguas profundas, quien aguanta mucho tiempo la respiración puede encontrar otras formas de vida.


Hacerse fuerte es la manera más generosa que conozco de estar en el mundo. Pretender lo mismo o cualquier otra cosa del entorno es como intentar juntar agua con un colador.


Me despierto siempre a disgusto, y tengo todo el día para ir arreglándome. Qué bueno que no es al revés.

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