Tres gracias, de Leonor Fini
En Mendoza todo tiene polvo. El tacto de los objetos se modifica por esa fina capa que se adhiere volviéndolos secos y suaves. Al lado de donde estoy los obreros trabajan, escuchan música, de vez en cuando canturrean. En un rato van a hacer un alto para comer y preguntar cosas a la inteligencia artificial, pedir info y alimentar de info, buscar algo que les interesa y entregar el oro de sus intereses, un secreto a voces que hoy no parece sensato resguardar. “Pedíme lo que quieras”. Y en un doble proceso educativo vamos entendiendo cómo pedir mientras ellas —¿las máquinas? ¿las inteligencias?— aprenden a ser las más perfectas sirvientas.
Doy otro sorbo a mi mate. Podría enriquecer mi artículo de mil formas, con tan solo preguntar de la manera adecuada, recurriendo a una inteligencia que es la suma de múltiples. Sería sin duda un gran artículo que convocaría el pensamiento de todos mis ídolos paganos: “por favor, fundamentá todo lo que estoy diciendo según la obra de esta y aquella persona”. Podría hacerle leer mis textos y solicitar con amabilidad que le dé a este escrito mi estilo, ese jugo que se extrae fácil evaluando probabilidades de aparición de palabras, pequeñas elecciones ortográficas mientras la lengua admite más de una convención, tal vez evitarle a quien lee una cierta facilidad que bien podría proporcionar... Voilá! El mejor artículo que yo podría escribir. ¿Yo?
Mi ego sufre en silencio. Todavía no está preparado para hacer ese experimento. Prefiere la mezquindad de un universo sumamente acotado, de un punto en que convergen una historia, un cuerpo, el contexto de los obreros dándole cada vez más duro a la maza y al cortafierros, todo eso mezclado con el fondo musical que se obstina: “ella no vendrá”, todo lo cual reverbera en el aire polvoriento que un sol mendocino inclemente incendia.
A los doce años unas amigas decidieron consultar a una gitana que les iba a leer las manos o tirar las cartas, acotando el espacio entre la experiencia y el conocimiento. No fui.
Ccongratulation!, experimentar de 1 mano para bien o mal,pero propio.
Un justo comentario sobre la artificialidad de la inteligencia artificial.