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La voz humana


Cactus catamarqueño


De pronto uno ladra, el otro responde, se comunican. Y a la gente nos molesta porque interrumpen el sagrado silencio del monte, colchón de murmullos de pájaros e insectos, en el cual los ladridos se recortan disonantes.

 

Las voces humanas parecen tener más matices que los ladridos. ¿O digo eso porque nunca escuché sin ser humana? El susurro, el alarido, el arrullo, el bisbiseo, el cuchicheo, la carcajada…

 

Grabo un audio. Escucho mi voz surgiendo del monte hacia algún lugar lejano del otro lado del celular. No es mi voz de la ciudad, es una voz escuchante. Cuando el fondo sonoro baja a tal punto los decibeles, salta al oído la perturbación que nuestro propio ruido produce. Termino mi mensaje con cierta sorpresa de que mi voz no haya quebrado el encanto.

 

Puede parecer conservador lo que voy a decir; puede parecer que soy reacia a los cambios, puede ser acomodaticio de mi parte… pero hoy me visitó la posibilidad de ser una fibra más de este tronco, sin rebeldía. Me dieron ganas de hablar bajito como el paisaje, de no molestar. De llegar sin hacer ruido y retirarme sin que nadie lo note. Qué placer no ser. 

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