El país de Jauja, de Pieter Brueghel
La pregunta clásica sobre mi lugar: ¿qué se hace cuando la persona no hace lo que tiene que hacer?
Empecemos por enumerar las cárceles de tu mundo: no, mejor no entristecerte más. Baste con que digamos que pasás gran parte de la vida en ellas, sin salir más que para desplazarte de una a la otra.
En mi lugar no hay jardín de infantes. No hay trabajo tampoco. La pintura “El país de Jauja”, de Brueghel, es un eufemismo visual para designar la vagancia más ignominiosa, aunque originalmente esa idea hiciera referencia a un lugar ideal, la utopía de la abundancia sin trabajo.
Laboriosamente se construyeron asociaciones resistentes (por no decir indestructibles) entre deber-productividad-tiempo ocupado-abundancia que hundieron más y más a los supuestos moradores del país de Jauja en la categoría de indolentes.
Mi lugar se parece a esa idea original de Jauja. Pero no podés apreciar Jauja desde tu perspectiva. Etimología de la palabra “perspectiva”, según Joan Coromines: del latín tardío perspectivus, “relativo a lo que se mira”, que deriva de perspicere, “mirar atentamente algo”. Ojos por todos lados. Precisarías invocar todos tus otros sentidos (que son cinco solo si consideramos que los colores del arcoíris son siete) adormecidos por el imperio de la visión, para aproximarte a una apreciación más feliz de Jauja.
Volvamos a la pregunta inicial: ¿qué se hace cuando la persona no hace lo que tiene que hacer? Y ahora respondámosla con un diálogo: ¿qué pasa cuando un pez no nada? No sé, tal vez se deja llevar por la corriente, es atropellado por el cardumen, o se asocia, o se detiene a mirar a la gente que nada, o se come una piedra para hundirse en las profundidades.
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