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Incontinencia


Luigi Russolo y Ugo Piatti con sus instrumentos Intonarumori

A veces me obstino buscando un pensamiento hacia lo grande, que aparece en los momentos de nada que hacer. Un tipo de encare que precisa tiempo de silencio y soledad, una incubación demorada hasta llegar a que la cosa ya no pueda contenerse. Cuando alumbro eso —lo llamé pensamiento dos líneas arriba, pero ya veo que no puede ser así descrito, salvo que pensar sea tanto una labor corporal como una inspiración sin tiempo que sin embargo sucede en el tiempo—, cuando logro tocar un contorno que me informa de la dimensión y la textura de esa vastedad, puedo encaramarme un escalón arriba y, ahí sí, sentarme por un rato y simplemente contemplar.


Es curioso que esa contemplación sucede en el instante laborioso de la construcción, y no cuando, en el no hacer nada, me hallo en la inquietud que precede a la tormenta, un desenfreno de búsqueda y preguntas que, si se vuelve obsesivo, puede socavar el cimiento y lanzarme varios escalones más abajo. 


¿Y qué si no contara con este silencio bienhechor, si no estuvieran dadas las condiciones para retirarme del bullicio y reconcentrarme en la insinuación de algo ignoto hasta el momento en que se da a conocer? Aunque no pueda imaginarlo ahora, probablemente aprendería, tal como hacen los corredores de larga distancia, a comer sin detener la marcha. La cosa irrumpiría como una urgencia biológica, como comer o dormir después de una noche en claro, un torrente que se hace sus propios cauces. Y si no lo logra, tal vez no sea tan importante como parece.

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