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Descripción o prescripción


Lámina de un códice azteca



¿Cuándo un escrito es descriptivo y cuándo prescriptivo? Hay textos en que es muy evidente: suelen llamarse “cinco pasos para…” o empiezan con un imperativo como “hacé”. Son excelentes para transmitir recetas de cocina.


Los hay que parecen pura descripción pero tienen un objetivo, quieren mostrarte algo. Cuidado con esos: es posible que te des cuenta de que te tragaste algo recién al atorarte.


Están los que seducen y, como toda seducción, su evolución depende de la química que se establezca entre el mensaje y vos. Estos últimos me parecen muy ricos desde su concepción, porque incluyen un deseo de encuentro sin expectativas, de tipo: “voy a estar a tal hora en tal lugar, si querés vení”. Y al mismo tiempo hay un fuego ahí abajo, una voluntad de confraternizar, pero no a costa de torcer tus propias llamas.


La utilidad de este último tipo de textos es, por lo menos, cuestionable. ¿Qué les da derecho a ocupar su lugar en el mundo? Salen por completo de la lógica del ahorro de tiempo, de la búsqueda de beneficios, de la mejoría continua. Necesitan colarse, hacerse finitos entre los apremios del tiempo libre. Sin embargo, algunos logran entrar en la categoría de demandas imperiosas, tales como mirar las plantas, asomarse por el balcón a la caza de gente haciendo cosas en sus ventanas, preparar algo para comer que no sea fácil ni rápido ni garantizado, sin economizar tiempo.

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