Imagen de la obra Deldeberes y Ostracio, de Vivian Luz y los celebrantes
Y en este acto solemne declaro que lo que presencié cuando entré por esa puerta a un lugar luminoso, que pensé que me podía tomar unos meses de ensayos con aprendizajes que sucederían a la prueba y el error, eso que imaginé que podía llegar relativamente pronto, si bien no como una conquista definitiva, sí como un vislumbre claro de que se está en camino...
Eso que deseé ininterrumpidamente con mi porción más aventurera y lúcida, que para suceder precisaba tanto de unas ganas locas como de una obstinación eremita, lo que aún tan acariciado no fue deformado, porque solo lo inerte se erosiona con el uso y no lo que late, que sabe hacer surgir nueva piel y liberarse de las callosidades, eso buscado y amado aún sin conocimiento de causa (¿es posible amar lo que no se conoce? pero más bien ¿es posible seguir amando lo que ya se piensa que se conoce?)...
Eso eso eso que impacienta esta lectura, aunque anhela una revelación, nunca la obtiene. No puede alcanzar el mediodía de las explicaciones y la comunicación, so pena de ser extinguido como llama en el vacío. Esa argamasa benigna que une lo apartado y lo incompatible, suspendiendo el juicio como en un pase de magia, bofetada de belleza en medio del infinito desfallecer, esa misma que hace pensar que el desfallecer no es infinito.
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