Obra Elegy to the spanish republic 7 , de Motherwell, y su firma
“... Y ya no tuve miedo frente a la idea de hacer pasar un barco enorme por encima de la montaña, aun cuando todo en este mundo aquejado de gravedad hable en contra de ello”. Werner Herzog, Conquista de lo inútil. ¿Lo conocen a Werner? Él filmó la película Fitzcarraldo, en la cual literalmente hace pasar un barco por encima de una colina entre dos ríos en la selva amazónica. Sin mencionar las boas constrictoras, las arañas venenosas del tamaño de una mano, las heridas y picaduras que nunca cicatrizan por el clima húmedo, la oposición de los indígenas y los políticos, la falta de financiación, las inundaciones que ponían en peligro constante a los equipos técnicos y jaqueaban la moral de actores y camarógrafos, sin considerar nada de eso la empresa ya se adivinaba totalmente descabellada. Pero ahí está la película, y Werner sobrevivió a la selva. Una cosa es una firma y otra es un modus operandi. La firma es la frutilla de la torta, que puede ser un cierre coherente con lo trascurrido (pienso en la firma de Robert Motherwell y en sus insistentes versiones de Elegy to the Spanish Republic: hay tantos ensayos y versiones que la obra casi es sinónimo de la firma del artista). También puede ser un capricho, la delimitación de un territorio, o la manifestación de una necesidad de homogeneizar lo diverso, lo inexplicable. El modus operandi en cambio define cómo vas a sentirte durante todo el tiempo que dure la construcción de esa obra en particular: determina las relaciones que vas a establecer y la forma de fluir o de trabarse, el grado de preocupación que van a generarte los desafíos que surjan en el camino, el nivel de satisfacción que vas a experimentar durante la faena. Obviamente, el modus operandi influye directamente en el resultado final, mientras se está caminando hacia allá. La firma puede a lo sumo modificarlo, una vez que ya se llegó. Contemplando una vez más a Werner, mirando toda su producción, me da la sensación de que le importa un montón el proceso, mucho más que la firma. Últimamente sus películas son más documentales, le gusta ir a meterse en el volcán y también tener conversaciones imposibles con los que presenciaron el origen de la internet. Probablemente sea criticado, es ecléctico en sus gustos, eso causa extrañeza y dificultad para rotular, ergo desaprobación. Qué importa, mientras Werner se sienta feliz retratando a los cazadores de Siberia o mostrándote las olvidadas pinturas rupestres en 3D. Mientras camino y trato de poner los pies en el presente pienso en mi modus operandi, me pregunto si es elegido o simplemente sale así y va siendo alineado (golpeado también) por los encuentros con otros modos de hacer las cosas. Repaso los apuntes del diario que Werner escribió mientras filmaba Fitzcarraldo, que habla de pueblos originarios y de llevar a cabo un proyecto alucinado, y pienso que, como mínimo, estoy en buena compañía.